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lunes, 15 de julio de 2013

# TALLER DE ESCRITURA 2: EL RESTAURADOR DE ALMAS

Bueno pues aquí voy con el segundo relato del Taller de Escritura. Me he inspirado más en el texto que en la canción, porque esta no me decía nada...
Espero que os guste.


EL RESTAURADOR DE ALMAS

Sí volviera a ser libre… ¡oh! lo que daría por volver a caminar. No me gusta hacerlo a saltitos es algo bastante ridículo. En qué momento me encontré con Lock y sus estúpidos hechizos, jamás debí cruzármelo o por lo menos debería haberle prestado más atención para salir de este jodido entuerto.

Yo, un hombre de acción, fiero en la batalla, condenado a un cuerpo frágil, débil y ligero, ¿Existe peor maldición? Bueno mejor no tentemos a la suerte o a ese sabelotodo de Lock.

Aunque tengo algunas lagunas, recuerdo que era un hombre valiente y fiero en la batalla y lo cierto es que no me importaba nada, por eso quizás luchaba con ese coraje, si no me importaba nada tampoco tenía nada que perder. 
Me había cobrado la vida de muchos hombres, algunas mujeres y también algún que otro niño. Pero no sentía remordimientos porque por dentro estaba vacío. La codicia y la avaricia se habían adueñado de mi corazón y era los únicos sentimientos que conocía.

¡Pero claro!... ahí tenía que estar el bueno de Lock para hacérmelo ver, para demostrarme que un alma vacía, no merecía grandes victorias y riquezas. Al fin y al cabo él se ganaba la vida restaurando almas. Pero… ¿Por qué la mía? Si yo estaba bien.

Y ahora estoy aquí en ésta estúpida jaula de oro, ¿de qué me sirve ser un pájaro si ni siquiera puedo volar? Por los Dioses de la Tormenta soy Freko el fuerte, el invencible, con mil batallas a mis espaldas y ni una sola derrota. Bueno, ahora que lo pienso sí, ésta es mi derrota, perdí con Lock esa apuesta tan avariciosa y ahora he de restaurar mi alma desde aquí.

Salté desde mi odioso columpio hasta el suelo de la jaula, dando saltitos con una gracia inusitada, mirando con mis pequeños ojillos curiosos hacia todos los lados y ladeé la cabeza… no podía controlarlo, era algo innato en los pájaros. 
Volví a releer la apestosa nota de Lock:

Cuando tu corazón albergue buenos sentimientos volverás a ser humano y tu alma quedará restablecida. Solo tú puedes hallar la forma de hacerlo.


¡Maldito seas Lock! Llevo una década intentándolo y lo único que alberga ese músculo de mi pecho es un odio desmesurado por ti. ¡Maldito y mil veces maldito espero que tu alma se reencarne en una cucaracha!

lunes, 1 de julio de 2013

#TALLER ESCRITURA BL 1: EL ENEMIGO DE LA MUERTE

No sabía como iba a ser esto de escribir un relato en una hora con una foto y una canción a modo de inspiración. 
Creo que me he centrado más en la fotografía que en la canción y me ha salido algo sencillito. Espero que en el próximo la inspiración me llegue de forma más contundente. 
Pero bueno aquí os dejo con mi relato. Espero que os guste.

EL ENEMIGO DE LA MUERTE


1ª Guerra Mundial. Otoño 1918. Hungría.

El imperio austro-húngaro comenzaba su decadencia, eso lo sabía todo el mundo. 
Los aliados avanzaban y el imperio se venía abajo. No había mucho que hacer en tiempos de guerra y Zoltán se dedicaba a observar, a aprender. Cualquier cosa útil era registrada por sus inquisitivos ojos. Era un poco más pequeño de lo que debía ser para su edad, la comida no era abundante.

Para matar el tiempo solía estar en la calle con el resto de los chiquillos de su barrio, aún no hacía excesivo frío pero había estado lloviendo y los charcos se acumulaban a lo largo de la callejuela que enfilaba hacia el campo. A veces jugaban a quién-tiraba-la-piedra-más-lejos poniendo palos o telas para marcar los lugares hasta dónde habían llegado.
Pero lo que más le gustaba a Zoltán era revolotear cerca de cualquier soldado que hubiera vuelto a casa y le contará como era estar en el frente y como se podían salvar vidas. Aún no se lo había dicho a nadie pero soñaba con ser médico.
Había visto como una enfermedad se había llevado a su hermana y a su abuelo y no quería perder a nadie más. Decían que lo más difícil era ser un médico de campaña por la falta de instrumental y ayuda. Por eso quería aprender de las situaciones más difíciles.

Una vez jugando con sus amigos a tú-la-llevas uno se había tropezado y caído encima de su brazo y al levantarse no podía estirarlo, por como lloraba comprendió que estaba roto y una vez había escuchado que había que inmovilizarlo. Cogió dos tablas, las ato con una cuerda y colocó con cuidado el brazo de su amigo entre ellas y le llevaron a la enfermería. El médico le dijo que había hecho un buen trabajo. No se había sentido tan feliz en toda su vida.

Acudía algunas tardes a ayudar al médico y le había enseñado nociones básicas de salvamento. Sabía escuchar si latía un corazón o si una persona respiraba o estaba inconsciente. Su primer beso, si a eso se le puede llamar beso, fue a la señora Mariska.                                                                        
Su madre lo mando a su casa a devolverle una olla y la encontró desmayada en el suelo,  no respiraba, por lo que tuvo que hacerle el boca a boca mientras llegaba el médico. Fue asqueroso pero satisfactorio a la vez. La señora Mariska desde entonces siempre que lo ve le da huevos de sus gallinas para su madre. Dice que le salvo la vida y eso es siempre de agradecer.

Al otro lado de la calle, las chicas jugaban al pañuelo y con sus muñecas de trapo. Pero una en concreto le llamó la atención porque no jugaba como las demás, llevaba una bicicleta que apenas podía conducir. Era tan flaca que no sabía cómo hacía para empujar los pedales. Se alejó del grupo y el la siguió con la mirada deseando  montar en la bici también. Casi nadie tenía y esa parecía ser la bici antigua de un cartero del pueblo.

Ella fue hasta la callejuela de los charcos,  el primero lo evito, el segundo no pudo evitarlo y se salpicó entera de barro. Zoltán la miraba divertido, seguro que su madre la daría una buena azotaina cuando viera como se había manchado las ropas.
Se estaba alejando cuando de repente oyó un grito y la vio caerse en un charco. Asustado salió corriendo. Cuando llegó  ella no se movía, con cuidado la saco del charco. Todos los chiquillos se acercaron corriendo, riéndose de lo que había pasado. Aunque la cara les cambio cuando vieron que la pequeña no se movía. Contemplaron como Zoltán le hacía el boca a boca con una mueca de asco en sus caras y como ella comenzaba a respirar y a escupir barro.


Desde entonces fue Imara comebarro para todos, pero cada vez que la llamaban así ella sonreía, porque sabía que gracias a Zoltán estaba bien y en secreto pensaba que era el chico más guapo que había visto en su vida.